El Juez Garzón tras su visita a Chile, le dirigió al país una carta abierta criticando las violaciones a los derechos humanos
Represión sin sentido
Durante mi breve estancia en Santiago, acudí a comprobar personalmente lo que la sociedad civil me había transmitido a través de cientos de mensajes llegados desde Chile, pero también desde muchos otros países y desde la propia comunidad chilena en España. Acudí a la Plaza de la Dignidad (ex Plaza Italia), donde fui testigo de cómo la fuerza pública no se está ejerciendo para controlar el orden público y garantizar el derecho de manifestación, sino para dañar, herir y lesionar a quienes ejercen su derecho a la libertad de expresión. Los componentes de Primera Línea, con los que tuve ocasión de hablar en el edificio histórico del Senado me habían expuesto su desesperación y miedo a la represión desplegada y sostenida por el Estado. En el acto reivindicativo, me prestaron un casco, me rodearon y me protegieron para que yo mismo no resultara lesionado, durante el tiempo en el que temerariamente, me empeñé en comprobar la realidad de lo que me habían denunciado.
Debo reconocer que no sabía lo que era el guanaco aplicado a una protesta hasta que vi volar por los aires a un chico con su bicicleta por el impacto del agua a presión; ni pensé que la carcasa del tubo de gases lacrimógenos produjera un impacto tal sobre el rostro hasta que lo comprobé en una de las jóvenes que me acompañaba; o que la grasa y el ácido de su composición, irritara tanto; ni que los balines que vacían ojos inocentes, eran mostrados como trofeos siniestros para no olvidar el dolor… Frente a ello, escudos de madera o plástico, la rabia contenida de la impotencia y la certeza de que había que estar allí, entre mujeres y hombres de todas las edades que mostraban su determinación de afrontar los riesgos contra su seguridad, con una fortaleza ejemplar. Evoqué allí en La Alameda a Pablo Milanés señalando los crímenes de la dictadura en su canción, “Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentado…”.
Protestar en Chile bien te puede costar la vida o un ojo de la cara, como de hecho lamentablemente ha ocurrido y sigue ocurriendo. Pero me emociona pensar que a pesar de este alto precio, cientos y miles de personas salen a exigir garantías de un futuro mejor. El pueblo chileno es un ejemplo de coraje y dignidad para el mundo entero. La emoción al escribir estas frases se me hace presente de nuevo, como en la Alameda, al abrazarme y ser abrazado por cientos de ustedes. Tienen todo mi respeto y mi admiración.
No habrá impunidad
Reitero mi solidaridad con todas las víctimas, con las familias de los fallecidos y los desaparecidos, con las mujeres agredidas sexualmente, con los que han sido torturados, con los heridos, con quienes han perdido un ojo y, por supuesto, también con Gustavo Gatica y Fabiola Campillay a quienes han arrebatado la visión por completo. No caerán en el olvido. No habrá impunidad. Tienen mi palabra. Es mi compromiso.
Nunca pensé que volvería a Chile para ser testigo de un momento de emergencia social tan grave. Tampoco imaginé que en pleno siglo XXI un Gobierno, supuestamente democrático, iba a recrear de nuevo lo peor de los tiempos pasados más feroces. Lo he vivido en primera persona y – debo decirles – también es lo que se está viendo desde fuera. Piñera, Rozas, Chadwick, Blumel y Guevara están en la mira de la comunidad internacional. La historia no les absolverá.
No por nada el apoyo popular del gobierno es de un escaso 4%, cifra lo suficientemente baja como para renunciar y convocar a elecciones o para llevar a cabo un cambio de rumbo en la dirección que la ciudadanía pide. Pero no. Prefieren aferrarse al poder, no les importa cuántas más muertes se produzcan, no les importa cuántos más ojos haya que cegar; cuántos más cuerpos haya que torturar; cuántas más mujeres haya que vejar y cuántas más personas más haya que encarcelar. Desafortunadamente no se atienden estas denuncias y se recurre, otra vez, a la dureza para preservar unos privilegios caducos; a sembrar de trampas el proceso constituyente, limitando todo lo posible la necesidad de cambio profundo que el pueblo chileno demanda. Las nuevas normas, en vez de garantizar libertades, las restringen y anteponen el código penal a cualquier otra opción con lo que se propicia la impunidad de quienes las reprimen.
Se equivocan. El esfuerzo tiene que estar orientado a generar espacios de encuentro y dinámicas de diálogo social que no se han producido hasta ahora, devolviendo a la ciudadanía el protagonismo que debe tener en toda democracia.
Su jefe es el pueblo, presidente
Me dirijo nuevamente a usted presidente Piñera para decirle: Es usted es un mandatario, es decir, un mandado, su jefe es el pueblo de Chile. No puede gobernar como si el país fuera una más de sus empresas. No puede exigir que le aplaudan y le apoyen. La ciudadanía tiene todo el derecho a estar en desacuerdo con usted y manifestarlo, porque el país pertenece al conjunto de los chilenos, no a usted ni a las cinco o seis familias que se creen sus propietarias, que se lucran mes a mes con el dinero de las pensiones y privan del agua a hombres, mujeres, niñas y niños.
Me dirijo también a las fiscales y los fiscales de Chile, a juezas y jueces y a la abogacía en general: he podido comprobar con preocupación que las instituciones chilenas, incluida la Fiscalía y el Poder Judicial, no están generando la confianza necesaria en los ciudadanos, quienes no perciben que exista un actuar de buena fe, sino que piensan se defienden otros intereses y no las legítimas demandas sociales. Esta ausencia de nodos de conexión entre la sociedad y las instituciones estatales provoca un nivel de rechazo y confrontación que supone una deriva altamente peligrosa.
En este contexto, y, en la misma dirección que lo están haciendo juristas que defienden los derechos humanos al tratar de poner límite con sus denuncias a los excesos, les pido que no se dejen presionar, que no permitan que se instrumentalice la justicia, que se mantengan imparciales, que investiguen a fondo todas las violaciones a los derechos humanos y que sin temor formalicen, acusen, juzguen y condenen a quienes en derecho corresponda, sin importar su cargo y posición. Ustedes son en estos momentos, en mi opinión, lo único que garantiza que Chile siga siendo considerado como un país en el que se puede proclamar el estado de derecho. El límite para sucumbir a la arbitrariedad está muy cerca y con ello el desamparo más absoluto para un pueblo muy castigado por la impunidad.
La justicia no es ni puede ser represiva contra ese pueblo, sino que debe defender a quienes más la necesitan ante el quebrantamiento de la ley y la violación de los derechos humanos, por parte de quienes más obligación tiene de respetarla y protegerla. Es una exigencia de todo Estado democrático de Derecho.
Cito aquí las palabras que me dijo un ciudadano: “El Estado de Chile se ha construido bajo la lógica de la impunidad. Falta convicción del Estado. No va a haber justicia para las víctimas”. ¡Qué desesperanza denota esta frase! ¡Qué falta de fe en quienes administran el país! Siendo esto así, se entiende la protesta, se entiende que, cuando no hay más respuesta que la dura represión, el pueblo que conoce sus derechos exija, en esta era de Internet y de tecnología casi mágica, las libertades que les quieren arrebatar a golpe de proyectiles en la cara o de gases lacrimógenos. Reflexionen sobre ello.
Al General Rozas y al cuerpo de Generales de Carabineros de Chile les digo: ¿Creen ustedes lógico que se hayan producido más de 20 víctimas mortales y cerca de 770 denuncias de tortura incluidas más de 150 de connotación sexual? ¿Les parece bien que se hayan ocasionado 405 lesiones o traumas oculares en tres meses o que hayan acabado en prisión más de 2.000 personas o que haya más de 3.600 personas heridas y entre ellas más de 2.000 por disparos de balas, balines, perdigones y bombas lacrimógenas? Todas estas son cifras oficiales del Instituto Nacional de Derechos Humanos, cifras espeluznantes.
No se equivoquen, la perspectiva que se está dando hacia fuera es que en Chile los derechos humanos se están violentando en este momento, que quien tendría que defenderlos no lo está haciendo y una vez más son las víctimas, es la sociedad, es el pueblo el que está exigiendo esa protección que no le ofrecen las instituciones. Si Carabineros de Chile controlara el orden público y a la vez permitiera que quien lo desee se manifieste pacíficamente, no existiría la llamada Primera Línea.
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